Se podría decir que la psicología del mandala es la psicología de la individuación, pues la persona inmersa en este proceso inicia un recorrido de confrontación con los contenidos de su propia psique, centrándose en sus propios procesos psicológicos.
Hay muchas razones por las que sería positivo comprender la necesidad y la aparición del símbolo del mandala. Los profundos desequilibrios y la fragmentación del consciente colectivo actual —dividido por graves tensiones y escisiones culturales— hacen que el mandala, como arquetipo de unidad, de totalidad y de sentido, aparezca como símbolo de una necesidad colectiva.
Un símbolo que acoge en su interior los elementos dispersos de la psique, una imagen que intenta aunar los opuestos en conflicto, una matriz creativa de la que surgen nuevos valores que orientarán a la conciencia si es capaz de dejarse guiar por ellos. El mandala ilustra un momento particular a lo largo de un camino interior de autoconocimiento.