Hace unos años, conocĂ a Marlene. La habĂa visto en un seminario en la universidad al que ambos asistimos. El dĂa que la vi por primera vez y me acerquĂ© a ella, llevaba unos vaqueros ajustados y una camiseta roja con un escote bajo en la espalda. A primera vista, supe por quĂ© llevaba esta camiseta: tenĂa una quemadura de sol en la espalda, y cualquier otra camiseta se habrĂa frotado demasiado sobre la piel maltratada.
Marlene se sentĂł frente a mĂ, un poco diagonalmente en la silla con las piernas cruzadas. Llevaba el pelo corto y rubio y cuando se volteĂł la cara tenĂa unas pecas muy graciosas. Pero para ser honesto, me fijĂ© mĂĄs en su trasero, que se veĂa muy bien en esos vaqueros. No puedes decir que tenĂa un gran trasero. MĂĄs bien se trataba de un culo lleno, redondo y muy femenino, y cuando la camiseta se resbalĂł con un giro de su espalda, se podĂa ver una buena pieza entre la camiseta y los vaqueros en la grieta entre sus mejillas. DecidĂ sentarme siempre detrĂĄs de ella a partir de ese dĂa.
DespuĂ©s de la sesiĂłn del seminario fui a verla y le preguntĂ© hipĂłcritamente cĂłmo se habĂa quemado con el sol. Me parĂ© detrĂĄs de ella y pude ver su escote desde arriba, pero tambiĂ©n desde el frente hacia la camiseta. Y tambiĂ©n lo que vi allĂ me gustĂł extraordinariamente bien. Probablemente porque la camiseta estaba tan baja en la espalda que no llevaba sujetador. Y con un rĂĄpido vistazo a su escote pude ver que ella era por lo menos de la talla C, tal vez D y las campanas se balanceaban libremente. SentĂ el jugo en mis huevos burbujeando al verlos.
Me sonriĂł y me dijo que habĂa estado nadando con su novio el fin de semana en un estanque de una cantera. Ella enfatizĂł "Bagger" tanto que no se podĂa perder. Estuve a punto de perder la esperanza: si una de ellas ya se refiere directamente a su novio durante la primera conversaciĂłn, pensĂ©, y tambiĂ©n dice "excavadora" de esa manera, probablemente pueda olvidarlo de inmediato. Pero ella siguiĂł sonriendo y me preguntĂł si querĂa tomar una taza de cafĂ© con ella. Por supuesto que no dije que no.
Poco despuĂ©s nos quedamos con nuestras tazas de cafĂ© en el vestĂbulo de la universidad y no sabĂamos realmente adĂłnde ir. Por todas partes la gente se inundĂł a nuestro alrededor y hubo un gran ruido en la sala, porque una vez mĂĄs un grupo de samba tuvo una actuaciĂłn, que la AStA habĂa organizado. Mientras tanto, me habĂa enterado de que se llamaba Marlene y que bebĂa cafĂ© con leche y azĂșcar. "QuĂ© gracioso", le dije, "me llamo Erik".