Eduardo Zakim parecía haberlo perdido todo. Enterró a una hija de 27 años que había muerto en un accidente. Ocho años más tarde, su esposa falleció de cáncer. Y, apenas cinco meses después, la misma enfermedad acabó con la vida de su otra hija. A las pocas semanas, sin embargo, el hombre lucía entero. Y no solo eso: disertaba en reuniones, animaba a las persona, se dedicaba a servir. ¿Cómo había logrado superar aquel trágico cuadro? A lo largo de su vida, Eduardio aprendió que no estaba solo: era sostenido por un Dios que no solo lo cuidó en forma providencial, sino también le dio sentido a su vida y esperanza de un porvenir mejor, incluso en sus horas más tristes. Aferrado a la fe, Eduardo ha visto la mano de Dios restaurando vidas, incluida la suya. Y cree que esa misma restauración está disponible para todo aquel que la desee.