El diálogo hasta sus absurdas consecuencias. De esto va éste conjunto de reflexiones repartidas en diferentes puntos de vista. Utilizando a filósofos o literatos a modo de personajes las reflexiones se van sucediendo como en la cascada de un nudo gordiano.
Primero, en las redes sociales se debaten temas sobre justicia, honestidad o valores éticos. Paulatinamente, los personajes aprenden los unos de los otros sin querer llegar a ningún punto de acuerdo, simplemente se interrogan como en un partido de tenis. La pelota representa la idea a expresar. La raqueta serían los argumentos que imprimen fuerza a las ideas y la red serían las dificultades de expresión a superar. Un set detrás de otro los jugadores intercambian bolas con mejor o peor acierto. Algunos argumentos dan fuera de las líneas o por exceso de énfasis otros quedan flojos y son fáciles de contestar por el oponente.
Durante todo el juego las noticias de la realidad van surgiendo en escena como una bandada de palomas se instala en una plaza: planeando en un instante para picotear el suelo que pisamos. En ocasiones, los personajes las espantan escapando a cuestiones filosóficas, pero ellas siempre vuelven volando con el gorjeo emblemático que las caracteriza.
El lector que se enfrenta al libro puede perder la batalla de dos formas distintas. En una de ellas sería buscando un tema o conclusión final, así como buscando un fin en la vida humana, en la humanidad o en la sociedad. Cualquiera sabe que sólo encontramos respuestas de contentamiento para tales preguntas. Decimos que la sociedad trata de conseguir el bien común a base de oponernos y complementarnos entre nosotros, decimos que la vida humana busca reproducirse como cualquier otra especie olvidándonos de nuestra condición extraordinaria. Por el contrario, definimos una humanidad que aspira a tener derechos universales a modo de idealización utópica, la cual, genera frustraciones continuas al no reflejarse en nuestro día a día.
También, la batalla se puede perder abandonándose a la secuencia de palabras y frases sin más. Sin buscar un hilo conductor o extrapolación a lo cotidiano. De seguro hay fotografías panorámicas del entorno en el que respiramos que aparecen por sí solas al dejarnos leer por la palabra escrita. Pienso que un libro nos lee porque es la perspectiva de alguien que ha descrito lo que veía de un mundo en el que todos estamos. Así, leer se convierte en una relación dual de intercambio mutuo. Leer es ser leído.