La universidad tiene un papel fundamental en la formación de profesionales que deben asumir la responsabilidad y el liderazgo social en un mundo que no solo los necesita, sino que los interpela y les plantea retos éticos y sociales cada vez más complejos. Esto no es un asunto anexo a las tareas de la universidad: forma parte de su función sustantiva de educar. Allí emerge como dispositivo educativo el currículo, el cual, como construcción social, condensa los conocimientos, habilidades, capacidades y competencias que el estudiante y futuro profesional termina desarrollando. Por ello, resulta iluminador comprender, a partir de un estudio empírico, cuáles son las fuerzas, los imaginarios, los intereses y las interpretaciones que inciden en el currículo universitario para que este le apunte o no a formar profesionales con un sentido de compromiso y
responsabilidad social.
Este estudio se centra en el caso colombiano, en el que la investigación al respecto es todavía incipiente. Su aporte es contribuir a la reflexión de quien estudia el tema y que posiblemente se ha hecho las mismas preguntas que se plantean aquí. Para nadie es un secreto que la universidad ha tenido recientemente profundas transformaciones en su ser y su proceder, impulsadas por la racionalidad instrumental, el pragmatismo, la economía de mercado y las dinámicas del mundo globalizado. Ello ha dado menor visibilidad y protagonismo a los intereses formativos inherentes al ejercicio de la academia, con su correspondiente efecto en los currículos, los cuales tienden a carecer de objetivos de aprendizaje relacionados con la ética y el ejercicio socialmente responsable de la profesión.