El corrido tumbado está cambiando de dueño. En un campo hasta ahora dominado por los hombres, las mujeres están empezando a reclamar su lugar. Así, figuras como Jenny 69, Michelle Maciel e Ivonne Galaz se perfilan como la contraparte femenina de Peso Pluma y Natanael Cano. Ellas son las morras tumbadas. Pero ¿cómo influyen estas nuevas voces sobre el género del corrido?, ¿qué cambios operan sobre él? y ¿cómo se relacionan con una tradición eminentemente masculina?
Los corridos, derivados de la música regional mexicana, reflejan la realidad de las experiencias de jóvenes contemporáneos. En un campo musical fundado sobre códigos de virilidad y dominado por hombres, las mujeres han tenido que crear sus propias estrategias para tomar protagonismo. A través de la música, buscan participar en la cultura y sentirse fuertes, empoderadas, dueñas de sus propios cuerpos. Pero, a la vez, parecen no poder escapar de los intereses comerciales de un sistema salvajemente neoliberal: presentismo, desclasamiento y encumbramiento del dinero.
Los corridos de las morras tumbadas han resignificado la escena de la música mexicana. Partícipes de discursos similares a los de sus equivalentes masculinos —con letras que ensalzan la violencia y la narcocultura—, las morras dan un sentido nuevo a los viejos códigos: si en el hombre la violencia es afán de sometimiento, en las mujeres es lucha de resistencia, intento de huida del control masculino. Sus propuestas se inscriben (de manera implícita y contradictoria) en una larga historia tapizada con esfuerzos libertarios de millones de mujeres y los intentos de los hombres para mantener incólume su dominación, dentro de un sistema capitalista, patriarcal y colonial.