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Cuatro páginas en blanco

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Incomprendido en su tiempo, Federico Alzubide fue un escritor que, sin haber colocado palabra alguna sobre el papel (y de ahí el título de este libro), movió los cimientos de la crítica. ¿Era un verdadero vanguardista o alguien que se burlaba de sus lectores? Cuatro páginas en blanco, de Lucho Zúñiga, es un notable artefacto estético porque combina el ensayo, la entrevista y el microrrelato para afianzar su carácter metaliterario. Pero es, ante todo, un texto arriesgado y que no debe pasar desapercibido.

Lucho Zúñiga (Lima, Perú, 1978) recuerda que tiene nueve años de edad cuando, después de un apagón, a la luz de unas velas, su hermano mayor le pregunta si quiere escuchar un cuento. Ya había leído Pulgarcito, El gato con botas, Pinocho, Blanca nieves y los siete enanos. Espera algo parecido. Su hermano le lee los inicios de La Metamorfosis, de Franz Kafka, evento trascendental en su infancia. Desde entonces, improvisa mundos autosuficientes en pequeños cuadernos. En uno de ellos, un anciano, refugiado en un sótano durante la Segunda Guerra Mundial, escribe un poema en forma de escalera y pide a siete de sus descendientes escribir un libro inspirado en él. Nace así una logia llamada El Círculo Blum, la cual aparece en su primera novela.

Cuatro páginas no escritas que el lector cómplice sabrá llenar con su imaginación. Cuatro páginas dentro de un libro múltiple, uno de los cuales nos conduce hasta "Clarividencias", obra inédita del genial Alzubide-Zúñiga: atisbos de lo que escapa a nuestro control en eso que hemos dado en llamar Realidad, visiones hiperbreves donde lo fantástico se da la mano con lo absurdo y lo grotesco. Un libro inacabable.

David Roas