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La "gran complicidad" de los criptojudaizantes de Lima (1635-1642)

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Los numerosos conversos portugueses que llegaban al PerĂș en los primeros decenios del siglo XVII huyendo de la InquisiciĂłn e intentando progresar en la vida, como Francisco de Acevedo, intentaban «arrimarse a poderosos». De esa forma, el riquĂ­simo mercader Manuel Bautista PĂ©rez, el «capitĂĄn grande», logrĂł desarrollar un discreto mesianismo, la asĂ­ llamada «conspiraciĂłn grande», gracias a la llegada de conversos mĂĄs «leĂ­dos». Su casa se transformĂł en un cenĂĄculo en el que los principales colaboradores de esta suerte de orĂĄculo se encargaban de consolidar de forma ritual las prĂĄcticas muy superficiales de sus colegas mĂĄs receptivos o, en otras palabras, mĂĄs necesitados.

Esta especie de chantaje sicológico y socioeconómico suscitaba animadversión entre quienes no lograban tanto éxito en los negocios. De este modo explicaron Bautista Pérez y Diego de Ovalle las acusaciones de varios testigos presentados por el fiscal del Santo Oficio. Si el «capitån grande» resistió hasta morir en la hoguera del auto de fe de 1639, quizå fue por negarse a aceptar que su íntima convicción y la de sus compañeros representasen un peligro para la sociedad colonial, cuya cohesión se basaba en el catolicismo. Ovalle, agotado por el sufrimiento físico y sicológico, no pudo mås que admitir su culpa en 1643 y resignarse a seguir practicando la restricción mental hasta el final de su vida.