Soñar es construir una ficción, y cada soñador ficciona individualmente un mundo fantástico ajeno o no al mundo despierto. La lírica del sueño propone un pacto en el que la ficción y la realidad, lo que ocurre y lo que se sueña, se convierten en el poema en colecciones de imágenes y recuerdos de ambos mundos.
El resultado es un diario de sueños: por un lado, único e irrepetible porque el mundo onírico es intransferible y, sin embargo, el lenguaje de los sueños es universal, todos soñamos. Dentro del imaginario lírico, los sentidos y las imágenes se multiplican, y las estampas que la obra propone son irrealizables.