A partir del gusto arquitectónico por las formas estilizadas, el gótico suscita asimismo un interés literario, ya sea por contraponerse a la razón, típica del periodo de la Ilustración, o por ir en contra de los nuevos gustos literarios de la época. Se analizan cuatro novelas, presentadas cronológicamente: la primera (como intento de romper con la tradición), dos novelas culminantes del género literario y la última, analizando sus similitudes y su variedad.
El interés por lo gótico nace en plena Ilustración. Tal vez para oponerse a la razón y el racionalismo o para buscar algo nuevo, primero en arquitectura y luego en literatura se «desempolva» un término antiguo, oscuro, que evocaba algo misterioso. Precisamente el gótico. Interés que gana terreno gracias al nacimiento de los conceptos de sublime y pintoresco, implicando a los sentidos y las emociones. Otra contribución importante fueron los cuadros de Piranesi, quien apasiona tanto a Walpole, el primer novelista tomado en consideración, hasta el punto de transformar su casa en un «museo gótico». La primera tentativa literaria muestra un apego a la época augustea, con reminiscencias caballerescas, un manuscrito encontrado y la obra dividida en cinco capítulos como los cinco actos de las tragedias griegas. Las otras novelas se atreven a más, con técnicas narrativas que mejoran (como por ejemplo, «historias en las historias») y con una distancia cada vez más clara con respecto a la iglesia católica romana, vista por algunos autores como basada en el sufrimiento y en el aspecto exterior y asociada a la Inquisición. El último libro representa el viaje por excelencia, a través de la figura del judío errante, obligado a viajar y a contar su historia, en un enfrentamiento fatal entre Cultura y Naturaleza.