Preguntas sobre la posibilidad o imposibilidad de crear obras de arte sobre el holocausto u otros importantes eventos traumáticos, fueron
reiteradas después del desastre del World Trade Center. ¿Sería el evento trivializado por las obras? ¿Puede uno representar algo que desafía
el entendimiento? ¿El hecho de estetizar un acto de violencia distrae o disminuye su horror? ¿Cómo puede uno conservar una distancia
crítica y, al mismo tiempo, transmitir un impacto emocional?.
En 1999 el Museo de Arte Moderno de Bogotá (Mambo) presentó Arte y Violencia en Colombia desde 1948, exposición curada por Álvaro Medina.
La reunión de múltiples y diversos trabajos en torno al concepto aglutinador de la violencia —una condición relativamente endémica en Colombia desde la década de los años cuarenta—,3 permitió reconocer importantes elementos comunes entre las obras expuestas. Igualmente, estableció una base a partir de la cual realizar comparaciones significativas.
En efecto, las obras de artistas contemporáneos, como Beatriz González, Oscar Muñoz y Doris Salcedo,4 presentan un fuerte contraste con aquellas realizadas por artistas precedentes. Además de diferenciarse en el uso de los materiales, en las técnicas y en los medios, las obras divergen en cuanto a su lenguaje visual y al tratamiento de la figura humana. En los años cincuenta y sesenta, artistas como Alejandro Obregón, Luis Ángel Rengifo, Carlos Granada, Norman Mejía y Pedro Alcántara, desarrollaron un lenguaje visual simbólico y altamente expresivo. En sus obras la figura humana aparece altamente distorsionada, fragmentada y, en ocasiones, eviscerada. Por contraste, en las obras de González, Muñoz y Salcedo, predomina un lenguaje de tipo evocativo e indicativo, y la figura es representada de manera gráfica, es apenas sugerida, o está totalmente ausente. Tal divergencia en el tratamiento de la figura es especialmente significativa teniendo en cuenta que todos estos artistas dan prioridad a las implicaciones humanas de acontecimientos violentos como masacres, desapariciones, ataques a poblaciones y asesinatos. No obstante este énfasis común, en las obras de González, Muñoz y Salcedo realizadas durante la década de los noventa y expuestas en el Mambo, es posible apreciar puntos de intersección en los que se reconoce una nueva postura frente al arte y la sociedad colombianos.