Tuvo diferentes nombres, pero todos lo conocen como el Industrial de El Talar. Por sus distintas sedes pasaron infinidad de estudiantes, docentes, directivos. Fue testigo, escenario y protagonista de las historias más diversas, de esas que inflan el pecho de orgullo y también de aquellas que indignan.
Un coloso de la arquitectura lo albergó a partir de 1983. Sus primeros años de esplendor no evitaron el derrumbe. Las manos de la desidia y de los intereses personales de muchos lo empujaron al declive y, en 2005, el gigante se desplomó.
Pero este no es un libro sobre un edificio, sino sobre las personas que caminaron por sus pasillos, que estudiaron en sus aulas, que se forjaron en sus talleres, que pusieron lo mejor de sí mismos en favor de los alumnos y de la comunidad. Es un homenaje al altruismo, la fraternidad y la ayuda desinteresada. Y también es una denuncia hacia quienes solo actuaron con egoísmo.
Porque siempre es posible hacer bien las cosas. ¿Querés ejemplos? Sumergite en estas páginas: desbordan de ellos.