Dakis Nikolaides era un cupido poco habitual, entrado en años y con un evidente malhumor. Pero había encontrado a la novia perfecta para su hijo Theo y no pensaba permitir que el asunto se le escapara de las manos. Solo había dos problemas: la novia, Megan Taylor, había hecho voto de evitar a los hombres guapos. El último que había conocido la había dejado con el corazón destrozado. Ni siquiera Theo Nikolaides, un millonario que se había hecho a sí mismo y dios griego a tiempo parcial, iba a hacerla cambiar de opinión.
Y al novio le había bastado una sola mirada al curvilíneo exterior de Megan para convencerse de que era una cazafortunas sin piedad, aunque bastante atractiva. Podía llevársela a la cama si su padre seguía insistiendo, pero nunca se casaría con ella.