«Así, lector, soy yo mismo [Y TAMBIÉN TÚ] la materia de mi libro; no es razonable que emplees tu tiempo en un asunto tan frívolo y tan vano».
Inducido por el recuerdo de una rara experiencia vivida en su infancia, el autor emprende un viaje a un tiempo
irrecuperable, en el que toma como guía nada menos que a Montaigne (1533-1592). Se inicia así un juego
metaliterario de contrastes entre las vivencias de uno y lo escrito cuatro siglos atrás por el otro en la torre de su
château del Périgord, acercándonos a un ser humano de sorprendente modernidad.
El libro acumula hondas reflexiones sobre la vida y la muerte, el trabajo, los hijos, el amor, la patria, la religión, los
libros, la educación... y la política, con la narración, iniciada precisamente en Burdeos, la ciudad de la que fue
alcalde Montaigne, de un episodio de corrupción del que, por su trabajo, fue testigo el autor de esta obra.