Casey Carmichael necesitaba que Bobby Metcalf le hiciera un pequeño favor: tenía que convertirse en su marido, pero solo el tiempo suficiente para que la joven pudiera alejarse de un padre autoritario que le impedía realizar sus sueños. No entraba en sus planes enamorarse de ese áspero ranchero, sobre todo cuando ni siquiera habían experimentado la emoción de su noche de bodas, pero sucedió.
Cuatro años después, Casey había olvidado por completo todo aquel asunto... hasta que un día recibió una llamada. Bobby todavía era su marido, aunque él también había olvidado muchas cosas, ¡incluida su propia identidad!, y exigía que volviera a su lado. Aunque Casey solo era su esposa aparentemente, ya que el matrimonio nunca había llegado a consumarse, se sentía en la obligación de ir en su ayuda. Y una vez que estuvo a su lado descubrió que el destino de algunas pasiones no era el olvido... ni la negación.