La reputación de la princesa Talay Rasada quedó en entredicho cuando los periódicos publicaron una fotografía en la que aparecía besándose con el empresario australiano Jase Clendon. Indignado, él se preguntó si habría sido un ardid para obligarlo a abandonar la isla. De todas formas, no iba a permitir que nadie lo echara de allí, aunque, desde luego, estaba exponiéndose a demasiados peligros.
Sin embargo, a Talay lo que le preocupaba era lo que podría suceder si Jase conquistaba su corazón. Él no podía desear casarse con una mujer tan inexperta, y ella no debería querer casarse con un playboy...