Por desgracia, una de las ciudades coloniales de México que mayor devastación ha sufrido sobre su patrimonio histórico y cultural, es Guadalajara,
capital del estado de Jalisco. La segunda mitad del siglo xix y la primera del xx representan dos etapas en que su configuración arquitectónica sufrió, bajo la premisa de la idea del progreso, terribles cambios que llevaron a la destrucción de numerosos e invaluables edificios y espacios públicos. Estas construcciones, que significaban un rasgo de identidad no sólo para los tapatíos, sino para todos los jaliscienses, simboliza ahora un vago recuerdo de un lejano cuento narrado por nuestros abuelos, un sentimiento de nostalgia para aquellos que tuvieron la fortuna de conocer algunos de ellos, pero sobre todo, un dejo de frustración y reclamo entre los que no tuvimos la fortuna de admirar su belleza.