La autora reflexiona y discute la idea de que el testimonio carecería de legitimidad literaria o artística porque no tiene distancia con los hechos narrados, lo que dificultaría la reflexión, o bien que su objetivo no es lo estético, sino la denuncia.
Repasa también algunos momentos claves de la historia del siglo XX en el Cono Sur, evocando cómo la violencia exterminadora se instaló en cada país y de qué manera la cultura y el lenguaje lo hicieron posible. Así también convoca diversos testimonios, que enlaza con el relato de su propia experiencia como detenida desaparecida.
En todos los capítulos de esta obra "resuena el mismo imperativo: hay tiempos en los que a la vida le urge contarse, donde experiencia y relato se necesitan más que nunca, donde se hacen eco. El nuestro es uno de ellos".