En El cuarto mundo, tercera novela en la fecunda trayectoria de Diamela Eltit, un hermano y una hermana gemelos compiten por la atención del lector del mismo modo en que, antes de nacer, competían por el espacio en el vientre materno, lugar de enunciación elegido por la escritora para hacer hablar a sus personajes en el arranque de esta historia.
Tal y como acostumbra, sirviéndose de un lenguaje lírico que desafía y cautiva, Eltit explora los límites de la narración para abordar con espíritu crítico el universo familiar y la maternidad, la construcción del género, los roles socialmente asignados a hombres y mujeres o la materialidad del cuerpo femenino como centro de las relaciones de poder.
La novela se publicó en 1988, todavía en el contexto de la represión dictatorial chilena. Eltit describe en estos términos lo que era hacer literatura en aquel período aciago: «Escribí en ese entorno, casi diría obsesivamente, no porque creyera que lo que hacía era una contribución material a nada, sino porque era la única manera en la que podía salvar mi propio honor. Cuando mi libertad –no lo digo en sentido literal, sino en toda su amplitud simbólica– estaba amenazada, me tomé la libertad de escribir con libertad. Pero eso tampoco reparó ni las humillaciones, ni el miedo, ni la pena, ni la impotencia por las víctimas del sistema: escribir en ese espacio fue algo pasional y personal. Mi resistencia política secreta. Cuando se vive en un entorno que se derrumba, construir un libro puede ser quizá uno de los escasos gestos de sobrevivencia».