En los contrarios y la tensión entre ellos, constituyentes del ser humano, William Blake descubrió fuerzas poéticas o creativas; el hombre es la unidad en la que se integran el paraíso y el infierno, los dioses y todos los mundos. Gilbert Keith Ches terton hizo de las paradojas un método de investigación. Franz Kafka convirtió la paradoja en estética y el enigma en poder configurativo. Kurt Gödel transmutó paradojas lógicas en puntos de partida y en componentes del método de demostración de sus metateoremas de incompletez, que tienen efectos más allá de la lógica matemática: se extienden a la filosofía, la teoría del conocimiento, la idea de la ciencia, y más. En una mención hecha por la Universidad de Harvard en 1952 con motivo de la investidura de Gödel como doctor honorario en Ciencias, aquello fue elevado a la dignidad del descubrimiento matemático más significativo del siglo XX. Resultado lógico-matemático, agrego, para hacer más exacta la valoración. Ya Kurt Gödel llevaba dentro de sí, desde la infancia y la juventud, una de las mayores paradojas: la coexistencia de la genialidad y la locura. Unión que no es necesaria y universal, pues un intelecto creativo no es por definición una mente afectada, aunque en algunos casos, como el suyo, una cosa sirvió de energía a la otra, y esto correlativamente. Además de radicar en la novela de su vida, la locura de Gödel fue el sueño de la razón pura.