Uno de los pilares sobre los que se sostiene la visión del mundo hegemónica en la actualidad es el de la importancia fundamental atribuida a los individuos, entendidos como seres libres y soberanos, y, en consecuencia, responsables. Sin embargo, no está claro que semejante defensa de la libre responsabilidad sea la actitud realmente más extendida en nuestra sociedad, en la que lo que parece generalizado en creciente medida es la sistemática búsqueda de argumentos exculpatorios que minimicen la aceptación de responsabilidad por parte de los individuos (el ambiente familiar, el contexto económico, la inestabilidad emocional...). Desde el punto de vista teórico, estaríamos ante una paradoja. De tanto exculpar al individuo a base de responsabilizar a las estructuras, hemos terminado por convertirle en el eslabón más débil de la cadena. La misma modernidad que en un principio pretendía hacer descansar el sentido del mundo sobre el ser humano, convirtiéndolo en la nueva clave para justificar lo real, al final ha terminado por considerarlo un elemento incapaz de sostener nada ni hacerse cargo de acción alguna a poco que ésta tenga consecuencias negativas.