Meg se puso furiosa cuando se dio cuenta de que Sam Grainger ni siquiera la había reconocido. Era cierto que su único encuentro había sucedido hacía trece años, pero aquella noche de ardiente pasión había cambiado su vida para siempre.
Aquella noche Sam se había convertido en el padre de su hijo. Meg nunca llegó a decírselo, pero ahora que Sam había vuelto, la joven empezaba a plantearse si no sería tremendamente egoísta privar a Andy de su padre. Y, antes de que pudiera darse cuenta, empezó secretamente a esperar que Sam aceptase tanto el papel de padre como el de marido...