Al paso de los siglos, la humanidad ha levantado una barrera en torno a la idea de maestría. La ha llamado “genio” y la ha creído inaccesible. La ha visto como resultado de privilegios sociales, del talento innato de cada individuo o de la alineación correcta de las estrellas. Pero esa barrera es imaginaria. Nuestro cerebro es producto de seis millones de años de desarrollo, y gracias a él somos capaces de desatar el poder latente en nuestro interior.