El hombre que ríe es la novela más audaz de Victor Hugo. Ambientada en la Inglaterra estuardiana, narra la odisea de Gwynplaine, un niño raptado por los "Comprachicos" y desfigurado con una mueca permanente que convierte su rostro en un espectáculo. Años más tarde, convertido en saltimbanqui ambulante, comparte carromato con el filósofo itinerante Ursus y con Dea, joven ciega cuyo corazón percibe la nobleza que el mundo se niega a reconocerle. Cuando el bufón Barkilphedro descubre que Gwynplaine es en realidad Lord Clancharlie, heredero legítimo de un título arrebatado por la Corte, se desencadena una intriga política en la que intervienen la altiva duquesa Josiana y el cortesano Lord David, obsesionados por la figura del "hombre que ríe".
Hugo entrelaza la peripecia personal con un fresco histórico que denuncia la desigualdad, la corrupción y la frivolidad aristocrática. El drama de un rostro deformado denuncia la sociedad del espectáculo siglos antes de que el término existiera: el público ríe ante el dolor ajeno mientras el poder manipula el destino de los desposeídos. La ternura de Dea, la lucidez cínica de Ursus y la vileza de Barkilphedro componen un coro moral que resalta la dignidad, la compasión y la responsabilidad colectiva.
Relevante hoy por su crítica a la tiranía de la apariencia y al cinismo político, la obra anticipa debates contemporáneos sobre inclusión y dignidad humana. Su tema central —la búsqueda de identidad y justicia frente a un sistema que margina— trasciende la época. Considerada un clásico de la literatura francesa por la riqueza lírica de su prosa, la construcción de personajes arquetípicos y la mirada humanista que caracteriza al autor de Los Miserables, El hombre que ríe demuestra la capacidad de la ficción para revelar verdades incómodas y despertar la conciencia social sin sacrificar el placer narrativo.