España: sus monumentos y artes, su naturaleza e historia. Pablo Piferrer y Francisco Pi y Margall
Fragmento de la obra
Capítulo I. Barcelona. Su fundación. Hamílcar Barca. Laietania. Monumentos romanos. Puerto
Barcelona pudiera con justicia blasonar de grande antigüedad, si los esfuerzos y sutilezas de los cronistas que han pretendido explicar su origen fuesen antes signos de aquella que de falta de datos para consignar una época fija y verdadera. Tal vez en tiempos remotos la tribu que poblaba esta comarca dio principio a un establecimiento, el cual pudo muy bien modificarse por el trato con los Pelasgos y Tirrenos, y ser otro de los que en Cataluña presentan indicios de esas relaciones y de una Civilización muy apartada. Por ventura y muy probablemente los Fenicios tocaron y se detuvieron en estas playas; que esto creemos significa la tradición de la venida de Hércules, no solo mito de los primeros progresos del hombre civilizado, sino también símbolo particular de la gente tiria, quizá realmente príncipe de ella y uno de los primeros que se lanzaron en busca de nuevas tierras a conquistarle el señorío de los mares. Mas ello es que Barcelona, lo mismo que Cartago Nova, señala en los anales de España una época memorable, en que el mando de una poderosa nación extranjera provocó en los indígenas la primera muestra histórica de su amor a la independencia, y atrayendo después el concurso de otra nación rival llamó afuera y robusteció más y más de cada día los elementos de una nacionalidad futura, al mismo tiempo que los sujetaba a un solo imperio. Es común opinión entre los historiadores que Hamílcar, el denominado Barca, echo los cimientos de una factoría, en la cual, si él no, la adhesión no desmentida de su ejército quiso eternizar aquel su sobrenombre, más grato y aun familiar a las tropas, bien como tal vez impuesto por ellas mismas, que el nombre propio.