Nuestro hombre actual muy lejos está de percibir, colectivamente hablando, las relaciones de empatía, causalidad y resonancia que existen entre su vida y sus conflictos y la vida y los conflictos del mundo; precisamente porque no ha sido instruido en la noción de pertenencia a un esquema vivo superior en el que, en tanto parte completa a escala universal, contiene en su constitución todos los niveles del ser colectivo. A este respecto avances como el del Paradigma Holográfico, sólo tomados en cuenta por los grupos espiritualistas en general, y escasamente por la comunidad científica, abrigan profundas evidencias de lo que vive allende las puertas de la percepción. La práctica del auto-conocimiento puede apelar, usualmente y de forma determinante, a la observación y a la reflexión, como bases operativas desde las cuales experimentar ese prolongado y fluctuante proceso. Respecto a la necesidad de la auto-observación, las escuelas contemplativas cifran los primeros peldaños de la escala del conocimiento del Yo Superior, en estos ejercicios regulares de volver a sí, recordar conscientemente y registrar de forma global y directa el circuito situacional en que uno como alma se encuentra encajonado.