Françoise Sagan nació en 1935 en Carjac, Francia, en el seno de una familia acomodada. Desde que, con Buenos días, tristeza, su primera novela y punto de referencia siempre renovado de varias generaciones, obtuvo a sus diecinueve años un éxito sin precedentes de crítica y de público, ha gozado de una fama que le permite hoy decir que «el éxito temprano es bueno porque te evita hacer todo lo que hay que hacer para tener éxito». Buenos días, tristeza se publicó en el verano de 1954, cuando nadie podía imaginar que aquel «adorable pequeño monstruo», cuya voz seca y ágil iba a producir un gran revuelo, se convertiría muy pronto en todo un mito. Desde entonces ha escrito muchos libros —novelas, obras de teatro, biografías, memorias y textos varios— y ha llevado una intensa vida bohemia, a veces envuelta en algún escándalo, que ha contribuido a enriquecer su leyenda. Pocas novelas como Buenos días, tristeza han tratado mejor los conflictos entre el culto al placer y el remordimiento, conflictos que, hoy como ayer, siguen produciéndose, aunque tal vez bajo formas distintas, con la misma intensidad.