Reflejos de un pasado de cristales rotos.
Se cincela en este poemario "Dos terruños" la alquimia de dos lugares distantes: San Antonio de los Baños, Cuba, y Cantabria, España, donde se vuelca el alma de la autora. Con encendidos ramos de olivo, enardece su espíritu con la espontaneidad de unos versos que saben a mar, a tierra y a latidos de una cultura que se enlaza en el amor con la mayor de las Antillas. Fluye la brisa y el oleaje del Atlántico de la Conquista, aquella de la que el Imperio se abrevó, y de la que las tierras de América absorbieron su lengua, su heroicidad, su amor y su pasión. Estos versos, henchidos de nostalgia, tratan sobre esos dos terruños que retratan, a la vez, el dolor.