Encerrado en un centro de atención residencial, el incorrecto señor Busken se revela al orden establecido en el lugar al que ha quedado reducido su universo. Una institución donde los pacientes han pasado a ser considerados clientes y donde no se usan sesgos de género; un lugar donde lo políticamente correcto forma parte del nuevo modelo asistencial y de negocio. Escudado en su delirio, el protagonista critica cómo algunos de estos centros para mayores no son más que un interludio perverso antes de la muerte. A medio camino entre la cárcel y la guardería, los residentes buscan refugio en algún lugar de su memoria, a veces, demasiado próximo a la infancia; el señor Busken lo sabe porque él mismo ha inaugurado su propio descenso a los infiernos. Siguiendo este flujo de conciencia, el autor, Jeroen Browers, construye su propio canto del cisne en un monólogo que nos enfrenta a la propia degeneración de la mente del protagonista, que olvida palabras, confunde términos, inventa otros, pasa del arrebato de ira a la confesión más íntima, de la cólera a la ternura, sin olvidar la risa. Todo un espectáculo literario del que merece la pena disfrutar.
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