Un libro tan duro como necesario.
En el año 2007, un grupo de presos condenados a prisión perpetua en Italia le envió una carta al presidente de ese país, pidiéndole que restaurara la pena de muerte, "cansados de morir un poco cada día". Cinco años antes, en la Argentina, el caso de un grupo de adolescentes que habían recibido condenas de prisión perpetua desde 1999 comenzó a conocerse en los medios y en las oficinas públicas, hasta llegar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
En 2010, Claudia Cesaroni recogió sus historias en La vida como castigo. Ahora, a diez años de la sentencia que dictó la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH) contra la Argentina, las retoma para pensar una serie de interrogantes: ¿qué pasó hasta que se dictó esa sentencia bajo el nombre "Mendoza y otros vs. la Argentina"? ¿Cuáles fueron las consecuencias de esa condena al Estado argentino? ¿Cuál es la situación actual de los jóvenes protagonistas de aquel caso? ¿Cómo actúa el Estado –Ejecutivo, Legislativo y Judicial– para abordar los casos de adolescentes que cometen delitos?
Estas preguntas son las que se propone responder en este libro, en tiempos en que aquellas perpetuas, con posibilidades de libertad condicional a los veinte años de cumplidas, parecen una pena casi benigna frente a la muerte en vida que significan las perpetuas actuales, de cincuenta años sin libertad condicional, tal como se discute por estos días en el "caso de los rugbiers". Dirían aquellos presos italianos: "Una invención de un no Dios, un salvajismo que supera toda imaginación". Un libro tan duro como necesario.