«En este feliz país nuestro hay medio millón más de mujeres que de hombres. [...] Tantas mujeres solteras para las que no existe posibilidad de pareja. Los pesimistas las llaman vidas inútiles, perdidas y vanas. Ni que decir tiene que yo, como parte integrante de ese grupo, no pienso así.»
Estas palabras de Rhoda Nunn, la heroína de Mujeres singulares (1893), que trabaja para «endurecer el corazón de las mujeres» y es un modelo de independencia para ellas, introducen acertadamente el problemático ambiente de esta novela, en la que el proyecto de emancipación feminista, en lo económico y en lo intelectual, se entrelaza con una ilustración profunda y acerada de los avatares del «corazón» comprometido en estas causas. Dos historias de amor puntúan el conflicto: por un lado, la propia Rhoda, halagada por el galanteo de un hombre liberal y poco ortodoxo que se ha propuesto conquistarla; y por otro, la joven Monica Madden, que se casa con un solterón al que no ama y que llegará a considerar la posibilidad de fugarse con un amante como «un deshonor comparable a quedarse junto al hombre que reclamaba legalmente su compañía».
Como dijo Virginia Woolf, «Gissing es uno de esos novelistas extremadamente insólitos, que cree en el poder de la inteligencia, que hace a sus personajes pensar», y Mujeres singulares es un magnífico ejemplo de los dramáticos vaivenes de la experiencia y de su pensamiento.
Nerea
10/10/2023
Sorprende que esté escrito por un hombre
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