El autor sugiere en estas páginas que la diversidad surge de la parcialidad. En última instancia, la parcialidad, es decir, el favorecimiento de una persona o una actividad o causa sobre otras, es lo que se encuentra en la raíz de la diversidad legítima. La idea es simple. La diversidad, en lo que se refiere a las creencias evaluativas y a las practicas, es producto, o bien de creencias equivocadas acerca de lo que es valioso, o bien de la parcialidad de la gente hacia algunas personas u objetivos que, siendo valiosos, atraen la atención y la dedicación de ciertas personas y, sin embargo, para otras resultan indiferentes o mucho menos atractivos. Dado que todo el mundo se inclina hacia algo que ciertamente tiene valor, la universalidad de los valores se respeta. La diversidad legitima es producto no solamente del hecho de que algunas cosas sean valiosas para algunos pero no para otros, sino también del hecho de que nos sentimos atraídos de forma diferente por los mismo valores o por la gente y los objetivos que nos son atractivos porque poseen los mismos valores. La atracción legítima diferencial tiende a conducir a la creación de tipos de valores, secundada por la aparición de prácticas alternativas que ejemplifican, pero que al mismo tiempo modifican los valores más abstractos que las generaron.
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