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Lo que nadie quiere saber

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Todo aquello que falla en nosotros, los humanos, es límite, imposible, división, obståculo. Todo lo que resiste al discurso utópico de una armonía y felicidad posible, corresponde al åmbito de lo que nadie quiere saber y constituye un agujero insondable; es lo que el psicoanålisis denomina «lo real». Nos afanamos y ofuscamos tratando de tapar ese agujero, pero el resultado de ese esfuerzo es peor que asumirlo.

Pero, todo eso es, a su vez, motivo de esperanza porque impide que lo humano sea completamente engullido por la lĂłgica neoliberal y tecnocientĂ­fica actual. Es lo que nos permite creer que hay alguna posibilidad de resistir estas dinĂĄmicas y sostener una vida que pueda ser, ademĂĄs de vivida, dicha. La vida humana, singular en este punto, es la Ășnica tocada, trastornada por las palabras y, paradĂłjicamente, los efectos de dicho trastorno se convierten en motivo de esperanza: confiar en lo que no va bien, en lo que falla.

En estas dos perspectivas, encontramos la inevitable complejidad y ambivalencia de todo lo relacionado con lo humano: entre la pulsiĂłn de vida y muerte, entre querer y no querer saber lo que falla en nosotros, entre el horror y la belleza, entre la razĂłn y lo que escapa.

Freud afirmĂł que estamos obligados a soportar la vida, pero esto no supone ningĂșn tipo de pasividad o resignaciĂłn. Es una invitaciĂłn a decir sĂ­ a la vida a pesar del dolor y de la incertidumbre. Un sĂ­ a reconocer que lo que no se puede saber, lo que no se puede curar, lo que no se puede domesticar, forma tambiĂ©n parte de lo que somos.

Saber que en medio del infierno hay lo que no es infierno nos anima a buscar aquello que no lo es, y eso pasa por tratar de hacer, en la medida de lo posible, del horror belleza, asumir y decir sĂ­ a la otredad, al obstĂĄculo, y convertir esa vacuidad sinsentido, en deseo.

Quienes conocemos a Lierni Irizar sabemos que se caracteriza por un infatigable deseo de saber y por el esfuerzo de transmisiĂłn del discurso del psicoanĂĄlisis. Al rigor y al talento de la buena escritura, une su conocimiento de otras disciplinas y el deseo de dirigirse a un pĂșblico mĂĄs amplio que el del propio mundo del psicoanĂĄlisis. Su texto interpela a los discursos dominantes de la modernidad, el discurso capitalista y el discurso de la ciencia, con un amplio abanico de argumentaciones y desde el rigor de quien conoce mucho de lo que se ha escrito sobre la condiciĂłn humana.

Santiago Castellanos