Nos desvela la particular relación de García Márquez con el audiovisual, que de crítico de cine, en sus años mozos, se convierte en guionista en México antes de escribir Cien años de soledad. La autora conduce cada recuento de la obra adaptada como si se tratase de una relación amorosa que se inicia con los primeros escarceos –las motivaciones de los realizadores–, pasando por el clímax creativo y las peripecias del rodaje hasta llegar al desenlace final: el encuentro del escritor con la obra definitiva convertida en otra cosa por la magia del cine.