La radicalidad del pensamiento heideggeriano se hace patente al abordar el fenómeno de la afectividad. No es que otros filósofos insignes, a lo largo de la historia del pensamiento, no se hayan preguntado por dicho fenómeno y le hayan otorgado un lugar importante. Entre éstos, es bien conocida la sentencia de Pascal: "el corazón conoce razones que la razón desconoce". En Heidegger la consideración de los estados de ánimo (Stimmung) no se lleva a cabo como un reconocimiento frente a otras facultades como la razón o la voluntad, su radicalidad está en que este fenómeno antecede a toda facultad y la determina: más allá (o, más acá) del conocer y del querer, nos encontramos ya siempre de determinada manera. Estamos siempre en un estado de ánimo que no hemos elegido, que nos ha abordado y que dispone nuestro estar en el mundo en totalidad.
La pregunta por los estados de ánimo abierta por Heidegger, establece así, de modo, en ocasiones directo o indirecto, un dialogo con la psicología y la psiquiatría, ciencias naturales a las que parece competir el estudio de dicho fenómeno fundamental.
Al abordar la cuestión de los estados de ánimo, Heidegger no pretende reconocer el ámbito de lo irracional frente a lo racional, sino justamente reconocer la luz que de dicho fenómeno procede. Luz que si bien no tiene el carácter del conocimiento racional, da noticia de ese ámbito originario en el que la filosofía, si se jacta de serlo, debe situarse.